Spanish writing and recording
During my undergraduate course at The University of Manchester I participated in a Spanish creative writing module. I was required to write my own short story in Spanish and record it for an 'audio libro'. A selection of the stories were chosen to be published by the university, of which mine was one.
I hope you enjoy both reading and listening. The recording software used was Audacity.
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'El Secreto de Sanlúcar', escrito por Laura D
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Hacía un frío como nunca antes pero nada podría parar a Elena esa noche. Era la primera vez desde lo de David. Habían pasado casi 25 años y se había abrigado para afrontar el mal tiempo que llegaba a Sanlúcar y por eso no le desconcertó. A pesar de que las temperaturas eran las más bajas de los últimos cincuenta años, Elena sentía el calor de la noche porque Ana, su mejor amiga, le había organizado una cita a ciegas con Alejandro que era un amigo de su trabajo en el hospital y gracias a su larga amistad, Elena confió en ella y se fió de su criterio. Tenía una cita y ni el frío ni nada podría afectarla.
El aire era helado y le quemaba la cara, pero a Elena le gustaba porque le mantenía fresca como una rosa. Nunca se había sentido tan llena de vida ni de emoción, brincó mientras entraba en la Plaza del Cabildo y lo que era más, sonreía a cada persona con la que se cruzaba.
Se metió en Casa Balbino y el olor del manzanilla envolvió su nariz. Necesitaba una copa, un poco de la valentía que da el alcohol para que se sintiera más segura de ella misma. Pasó algunos minutos llena de ansiedad esperando en el bar, picó algunos frutos secos y habló con el camarero a quien conocía desde que era una niña. Sanlúcar era una pequeña ciudad y, como resultado, todo el mundo se metía donde no debía así pues no había secretos allí, o eso era lo que Elena pensaba.
Alejandro ya había llegado y no se parecía a como se había imaginado, presentaba una imagen muy cuidada y su olor era aséptico, lo cual era natural pues trabajaba en un hospital ¿quién no querría lavarse bien después de un día entero rodeado de ancianos y enfermos? Algo le molestó a Elena pero lo atribuyó a los nervios. Estaba en buena compañía, había deliciosa comida y por supuesto, manzanilla. Deprisa, ella se deshizo de todas sus preocupaciones y de cualquier modo, ¿qué podría hacer ahora? se cuestionó.
Alejandro volvió del bar mostrándole una sonrisa y le dijo “tengo tu favorita bebida, un Martini seco sin aceituna, claro”. David era la única persona que sabía eso y ella no lo había bebido desde su muerte, era la bebida de ambos y de ahí que estaba escandalizada, estupefacta de que él supiera un elemento tan íntimo. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza: si era la primera vez que quedaban, ¿cómo sabía él su bebida favorita? se preguntó. ¿Había mencionado inconscientemente su odio por las aceitunas? Estaba segura de que no había aludido a ello y además no habían hablado de David. “Debo irme”, dijo ella mientras miraba a su reloj y se arrepintió de que el frío la afectara, todo podría afectarla esta noche.
Él era persistente y no paró de llamarla durante los siguientes tres días, sin embargo, Elena no tenía ningún interés. No quería una vida con alguien más porque nadie podría sustituir a David, se sentía más feliz sola en casa. Aun así, Alejandro creía que si fuera paciente conseguiría lo que quería, al fin y al cabo, no mató a David por nada, desde su punto de vista ya Elena era la propiedad suya y nunca rompería su promesa con David: que cuidara de su mujer.
Ana estaba preocupada por su mejor amiga porque estaba segura de que Elena le hubiera llamado para contarle cada detalle de la cita, pero no sabía nada de ella desde hacía tres días. Había intentado llamarla por teléfono y también a su casa, pero no lo había contestado, así que decidió ir a la casa de Alejandro porque él tampoco no cogía el teléfono. Pensándolo bien, sólo pasó tiempo con él cuando trabajaron juntos. Llamó a la puerta. “Oh, Ana. ¿Qué haces aquí?” él parecía nervioso. “He intentado llamarte varias veces, sólo para preguntar cómo fue la cita con Elena. No he podido ponerme en contacto con ella. ¿Todo fue bi…?” De repente paró de hablar en mitad de la frase, echó un fugaz vistazo y le pareció ver una foto de Elena. Ella tembló, segura de que sus ojos debían estar engañándola.
“¿Por qué no entras, Ana?” sonrió Alejandro de manera inquietante. Viendo su mirada fija, se dio cuenta de que ella lo había visto. La pared estaba cubierta de fotos de Elena y la cara de David arañada en cada una de ellas. “Puedo explicarlo todo”, susurró Alejandro. Y mientras él cerraba la puerta, Ana empezó a llorar.
Después de todo, quizás sí hubiera secretos en Sanlúcar.
El aire era helado y le quemaba la cara, pero a Elena le gustaba porque le mantenía fresca como una rosa. Nunca se había sentido tan llena de vida ni de emoción, brincó mientras entraba en la Plaza del Cabildo y lo que era más, sonreía a cada persona con la que se cruzaba.
Se metió en Casa Balbino y el olor del manzanilla envolvió su nariz. Necesitaba una copa, un poco de la valentía que da el alcohol para que se sintiera más segura de ella misma. Pasó algunos minutos llena de ansiedad esperando en el bar, picó algunos frutos secos y habló con el camarero a quien conocía desde que era una niña. Sanlúcar era una pequeña ciudad y, como resultado, todo el mundo se metía donde no debía así pues no había secretos allí, o eso era lo que Elena pensaba.
Alejandro ya había llegado y no se parecía a como se había imaginado, presentaba una imagen muy cuidada y su olor era aséptico, lo cual era natural pues trabajaba en un hospital ¿quién no querría lavarse bien después de un día entero rodeado de ancianos y enfermos? Algo le molestó a Elena pero lo atribuyó a los nervios. Estaba en buena compañía, había deliciosa comida y por supuesto, manzanilla. Deprisa, ella se deshizo de todas sus preocupaciones y de cualquier modo, ¿qué podría hacer ahora? se cuestionó.
Alejandro volvió del bar mostrándole una sonrisa y le dijo “tengo tu favorita bebida, un Martini seco sin aceituna, claro”. David era la única persona que sabía eso y ella no lo había bebido desde su muerte, era la bebida de ambos y de ahí que estaba escandalizada, estupefacta de que él supiera un elemento tan íntimo. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza: si era la primera vez que quedaban, ¿cómo sabía él su bebida favorita? se preguntó. ¿Había mencionado inconscientemente su odio por las aceitunas? Estaba segura de que no había aludido a ello y además no habían hablado de David. “Debo irme”, dijo ella mientras miraba a su reloj y se arrepintió de que el frío la afectara, todo podría afectarla esta noche.
Él era persistente y no paró de llamarla durante los siguientes tres días, sin embargo, Elena no tenía ningún interés. No quería una vida con alguien más porque nadie podría sustituir a David, se sentía más feliz sola en casa. Aun así, Alejandro creía que si fuera paciente conseguiría lo que quería, al fin y al cabo, no mató a David por nada, desde su punto de vista ya Elena era la propiedad suya y nunca rompería su promesa con David: que cuidara de su mujer.
Ana estaba preocupada por su mejor amiga porque estaba segura de que Elena le hubiera llamado para contarle cada detalle de la cita, pero no sabía nada de ella desde hacía tres días. Había intentado llamarla por teléfono y también a su casa, pero no lo había contestado, así que decidió ir a la casa de Alejandro porque él tampoco no cogía el teléfono. Pensándolo bien, sólo pasó tiempo con él cuando trabajaron juntos. Llamó a la puerta. “Oh, Ana. ¿Qué haces aquí?” él parecía nervioso. “He intentado llamarte varias veces, sólo para preguntar cómo fue la cita con Elena. No he podido ponerme en contacto con ella. ¿Todo fue bi…?” De repente paró de hablar en mitad de la frase, echó un fugaz vistazo y le pareció ver una foto de Elena. Ella tembló, segura de que sus ojos debían estar engañándola.
“¿Por qué no entras, Ana?” sonrió Alejandro de manera inquietante. Viendo su mirada fija, se dio cuenta de que ella lo había visto. La pared estaba cubierta de fotos de Elena y la cara de David arañada en cada una de ellas. “Puedo explicarlo todo”, susurró Alejandro. Y mientras él cerraba la puerta, Ana empezó a llorar.
Después de todo, quizás sí hubiera secretos en Sanlúcar.
laura_d_el_secreto_de_sanlucar.mp3 | |
File Size: | 5942 kb |
File Type: | mp3 |